Todo el mundo quiere saber cómo ser mejor persona cada día, pero nadie quiere dejar de ser un desastre funcional.
Nos encanta la idea de evolucionar, pero sin esfuerzo, sin culpa y sin sudar.
Así que guarda tus frases de Paulo Coelho y tus podcasts motivacionales, porque vamos a lo real.
1. Deja de pedir perdón por todo
No eres responsable del tráfico, del clima ni del mal humor de tu jefe. Pero ahí estás, pidiendo perdón por respirar.
“Perdón por molestar.” “Perdón por existir.” “Perdón por pedir perdón.”
Basta.
Pedir perdón por todo no te hace buena persona, te convierte en el felpudo emocional del mundo.
Aprende a usar el “perdón” solo cuando de verdad rompas algo o hieras a alguien. El resto del tiempo, cállate, sonríe y sigue.
El mundo no necesita más mártires, necesita gente con caracter.
2. La regla anti-Instagram
Tu cerebro no fue diseñado para ver abdominales ajenos a las 7 a. m. mientras tú desayunas pan con mantequilla.
Instagram es ese amigo que te hace sentir mal aunque no diga nada. Cada “story” es una cachetada visual a tu autoestima.
¿La regla?
Por cada hora que pases viendo vidas perfectas, pasa otra viviendo la tuya (aunque incluya facturas, ojeras y pan del super).
Menos pantalla, más vida. Aunque la tuya venga con filtro natural: el cansancio.
3. En ocasiones deja de ser el protagonista de tu propia película
Sí,
eres el actor principal de tu vida, pero de vez en cuando el guion necesita que te sientes y cierres el pico.
A veces toca ser el extra que no tiene diálogo, el que solo observa. O el doble de acción que se lanza sin pensar.
Porque no todo es épico, ni inspirador, ni “momento de crecimiento personal”.
A veces el acto más heroico es no hacer absolutamente nada.
Solo existir sin buscar sentido.
Se llama descanso, y está subvalorado.
4. Negocia un tratado de paz contigo mismo
Tu mente es Kim Jong-un con un megáfono interior.
Te grita, te critica, te compara. Y tú, obediente, marchas al ritmo de su tambor de autodesprecio.
Negocia. Firma un alto al fuego mental.
Cada vez que te hables mal, imagina que le estás gritando eso a alguien que amas.
Te doy un adelanto: no lo harías.
Entonces no te lo hagas a ti. Sé tu propio diplomático, no tu torturador.
5. Deja de quejarte
El cerebro ama quejarse porque es como rascarse una picadura: alivia… y luego arde el doble.
Quejarte es la calistenia de los mediocres: te cansa, pero no sirve para nada.
Si vas a quejarte, que sea con plan de acción. Si no, escríbelo en una servilleta y quémala (ritual simbólico y entretenido).
Menos drama, más soluciones. El mundo ya tiene suficientes opinólogos sin obra social.
6. Se crudamente honesto contigo
El espejo no miente, pero tú sí, y con talento.
Te convences de que “no tienes tiempo”, “la culpa es del estrés” o “ya mañana empiezo”.
No, no empiezas mañana. Llevas tres años diciendo lo mismo.
La honestidad brutal es mirarte al espejo y admitir: “Estoy hecho un caos… pero manejable”.
Desde ahí se mejora.
Mentirte solo alarga la resaca de tus emociones.
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7. Reseteo diario
Cada mañana tienes otra oportunidad de no cagarla (tanto)
Te equivocaste hoy. Felicidades, eres humano.
Pero tranquilo, mañana puedes cagarla distinto.
Cada noche, limpia el disco duro: perdónate, ríete, apaga la culpa y duérmete.
El reseteo diario no es hippie, es supervivencia.
Así se aprende cómo ser mejor persona cada día: no repitiendo las mismas estupideces con diferente excusa.
8. Piensa en estupidez, no en maldad (aplica la Navaja de Hanlon)
Esa persona que te ignoró no te odia, solo está en modo “zombi”.
La mayoría no conspira contra ti: simplemente no piensan en ti.
La Navaja de Hanlon dice: “Nunca atribuyas a la maldad lo que puede explicarse por pura estupidez”.
Traducido: deja de tomarte todo personal. El universo no gira alrededor de tu drama, aunque Netflix piense lo contrario.
Simplemente las personas son estúpidas y ya.
9. Usa la técnica del Amplificador
Antes de soltar tu brillante opinión, menciona la buena idea de alguien más.
Sí, cuesta, porque el ego sufre.
Pero créeme: al mundo no le cabe un experto más interrumpiendo, sino humanos que sepan escuchar sin bostezar.
Amplificar a otros no te quita brillo; te da clase. Y la clase, a diferencia del ego, no se compra con likes.
10. Mata una queja con una pregunta
Antes de abrir la boca para llorar verbalmente, hazte una simple pregunta: “¿Qué voy a hacer al respecto?”.
Si la respuesta es “nada”, cállate.
Si es “algo”, hazlo.
Y si no sabes qué hacer, al menos deja de contagiar el ambiente con tu nube gris de emociones.
La queja es barata; la acción, cara. Pero vale cada centavo.
11. Termina el día con el check-out
Solo manda un mensaje tipo: “Gracias por hoy” o “Buen trabajo”.
Eso, que parece insignificante, es un pequeño hechizo social.
Cierra el día reconociendo algo bueno, aunque sea mínimo.
De paso, limpias tu karma y duermes mejor que los santos de yeso.
Cómo ser mejor persona cada día no se trata de convertirte en una versión luminosa que flota sobre los problemas.
Se trata de aceptar que a veces eres brillante, a veces insoportable, a veces ambos al mismo tiempo.
El truco está en reírte de ti mientras mejoras.
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